sábado, 18 de febrero de 2012

Desde Montánchez: CURRICULA DE MENTIRA


La titulitis es una inflamación del ego que se manifiesta en la presentación de documentos que dan fehaciencia de haber cursado carreras universitarias. Nadie presenta en su curriculum el haber hecho cursos de formación profesional. Nos podemos topar con los mejores mecánicos del mundo y no se hacen eco del papel oficial donde conste su paso exitoso por el instituto del ramo. El título es universitario o no es nada. Triste existencia. Eres un mindundi si no te acompañas de una licenciatura aunque sea expedida -que se ocultará obviamente- por la universidad libre de Lusaka.

Todo el mundo tiene aspiraciones y sentimientos de grandeza. En cualquier consultorio médico, abogacía lo de la especialidad que prefieran, las paredes muestran las habilidades académicas de sus titulares. No ya por erradicar cualquier mal pensamiento de intrusismo como por advertir a la clientela las calidades del dispensador de respuestas. Galileo Galilei no pudo, será desgraciado, oficiar de astrónomo titulado. El gran Leonardo murió sin llevarse a la boca la satisfacción del reconocimiento de sus excelencias como artista, arquitecto, ingeniero o anatomista. Infeliz el de Vinci. Goya se pasó por la cobertura de su paleta la distinción de ser formado en una Real Academia. Sería problema de la sordera.

En nuestros tiempos, a menos sabiduría, más recurrencia a las titulaciones. El fantástico Messi no cambiaría sus artes futbolísticas por un doctorado en ciencias del balompié. Don José Tomás es torero de sueños sin la pesadilla de haber soportado la dormilona de ciertas aulas de tauromaquia. El dueño de Zara no ostenta diplomas empresariales expedidos por facultad alguna y esa carencia no le ha impedido convertirse en un empresario capaz de enriquecerse como pocos y de crear puestos de trabajo como menos. Valiente porquería.

Si se tiene título, que se ofrezca. El título indica la superación de unos requisitos establecidos por ley. El mérito de quienes los superan, es incuestionable. No obstante, una cosa es la carrera superada y otra, bien distinta, la praxis subsiguiente. Todo ello viene al caso porque el Partido Popular ha podido caer en la esquizofrenia provocada por la inflamación de los títulos. El nuevo Secretario de Estado de la Seguridad Social no es médico pero en su curriculum nos ha colado la apostilla mentirosa de tener “formación universitaria en...”. En este contexto se han movido Carme Chacón, que nunca obtuvo el doctorado, Elena Valenciano, jamás licenciada ni en Derecho ni en Ciencias Políticas, o el señor Patxi López que alguna vez soñó ser ingeniero. Las patologías inflamatorias no entienden de formaciones políticas. Se sufren o se eluden.

Me atrevo a recomendar a Ana Mato, ministra de sanidad, servicios sociales e igualdad, que, en aras al respeto general, despoje de la secretaria de Estado al señor que ha engordado indebidamente su historial. Si nos la quiere meter doblada antes de, qué no intentará colarnos una vez se consolide en el puestecito. Lo mismo nombra traductor/traidor de euskera en el Senado al primo del presidente por argumentar que pasó las vacaciones de primavera en Vitoria.

Si vales, vales. Con o sin título. Que lo tienes, lo exhibes si apetece. Si no, que ponga énfasis en sus cualidades demostrables. Lo demás, cuento, milonga, falsedad. Bastante hemos padecido a los lumbreras de ZP como para seguir experimentando estupideces de este calibre.


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