domingo, 15 de mayo de 2011

Montánchez, CAMPAÑA ELECTORAL

El PSOE tiene muy pocos días para evitar la debacle, y esto no va a salir gratis. Los peores augurios se hacen presentes en forma de encuestas: las últimas dicen que incluso en Extremadura no solo el PP puede tener más votos que el PSOE, sino que el centro-derecha podría llegar a la mayoría absoluta. Si eso fuera así, el desastre socialista no tendría parangón.

Una campaña a la desesperada no le va a salir gratis a España. Los socialistas del doberman han demostrado que son capaces de tensar la cuerda hasta sobrepasar los límites, y que cuentan con la benevolencia de su electorado y, mayoritariamente, de los medios de comunicación. En el año 2004 salieron de manifestaciones —y algo más— el día de reflexión y eso ha sido tolerado por la sociedad hasta el punto de que es detalle que no se les recuerda.

El PSOE da por hecho que allí donde no gobierna es imposible que consiga más votos que el PP. Las cuentas que ahora hace es cuántas de las circunscripciones importantes en las que mantiene en el poder va a dejarse llevar. Y es situación peligrosa pues, con él, perderá el poco poder que tiene Izquierda Unida. ¿Qué hará la izquierda sin poder el día 23 de mayo? Esa incógnita la resolveros pronto.

Desde luego, la gestión del secretario general Rodríguez Zapatero y de su equipo de Blancos y Pajines es la peor de la historia de socialismo español: hoy el PSOE no es un partido unido sino, al menos, el cortapega de tres partidos distintos (Cataluña, País vasco y resto); el poder municipal y autonómico con el que podrá contar el día 23 de mayo bordeará el ridículo, y el discurso político se resume en intentar convencer a los españoles de que el PP es la ultraderecha más derecha de Europa. Poca cosa.

El PSOE, antes que ningún otro partido, fue una formación unida, con mucho poder y con un discurso político de calado intelectual y fuerte proyección en la sociedad. Este equipo que ganó a José Bono por nueve votos lo ha destrozado. Mala noticia para el socialismo, y mala noticia para la política española: la democracia es un sistema de equilibrios.

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