domingo, 11 de septiembre de 2011

Desde Montánchez, DESPUES DEL DESPILFARRO, TIEMPOS DUROS

La crisis global golpea a España de manera local. Ya está bien de generalizar. Todos admiten las consecuencias pero pocos se detienen a explicar las causas.

La situación política de España es una maraña de intereses económicos y de ambiciones segregacionistas. La reforma constitucional escuece al Psoe. Ha enseñado la patita derecha. Los compañeros de viaje se amotinan contra el gran subvencionador. Zapatero se escuda en el escaso tiempo de legislatura. Blanco asegura que se siente mal por no haberse convocado un referéndum. Rubalcaba se recome con la jugarreta del pistolero amigo.

Detrás de esta escenificación, la extrema izquierda relame sus heridas. Se desespera. El río de dinero apenas lleva agua. El cierre de la compuerta está haciendo pupa. Años de despilfarro conducen a esto. La máquina de moneda chirría. Con el cuento de atender los servicios sociales, los agentes de IU y de los dos sindicatos compinchados han vivido a cuerpo de rey. Demasiado gasto inútil. La hucha rota, los gorrones piden otra. No hay otra. No hay más. Si acaso calcetines donde preservar los ahorros.

Los gobiernos autonómicos de la nueva derecha han puesto blanco sobre negro. Las deudas reconocidas no son tales. Se multiplican por muchas cifras. El engaño de los administradores únicos ha sido descubierto. Tarde. La caja de caudales está vacía. Los nuevos regidores deben atender necesidades básicas. Esta atención pasa por recortar gastos. De manera brutal. Es lo que están haciendo Cospedal, Aguirre y otros dirigentes del PP.

Cuando Solbes derogó la ley de techo presupuestario, abrió la espita del oro líquido y los buscadores del metal amarillo se forraron. Hubiera bastado con mantener la norma, y cumplirla, claro, para que la reforma constitucional fuera innecesaria. El gobierno pródigo quiere volver a casa. Sin embargo, la vivienda familiar sufre los efectos de años de abandono y de cantos de cigarra. La herencia es deuda y más deuda. Papel y tijera. No hay más.

Los ciudadanos, descontentos, no piden explicaciones. Se resigna la mayoría. Algunos se indignan. Pero no contra los hijos de las noches de fiestas, de las romerías exóticas y de los coches de lujo. Se rebelan contra los herederos de los restos de la interminable bacanal.

Tiempo de reflexión. Todos creímos que el Amazonas de la prosperidad regaba las orillas de nuestra tierra. Nos animaron a gastar lo que no teníamos. Difundieron la idea de progreso en pleno retroceso económico. Se emborracharon en sus mentiras. El pueblo recibió los vómitos del disparate. En vez de mejoras, los ciudadanos limpiamos los residuos de la orgía. Nuestro río es un simple estero.

Toca apretarse el cinturón. Y maldecir. Sí sería justo que las imprecaciones se dirigieran hacia el autor de la desgracia. Hacia el presidente y hacia su partido. Equivocarse en esta dirección sería como repetir la mala historia presente. Ya está bien de confusiones. La necesidad de creer ha de ser compatible con la voluntad de saber la verdad. La fe en el embuste está detrás de estos duros tiempos.

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