miércoles, 11 de enero de 2012

Desde Montánchez. Mala gente. Perversos. Ruines y miserables. Malditos.


Mala gente. Perversos. Ruines y miserables. Malditos. Lo son quienes desean el mal y la muerte ajena. Maldita sea esta calaña de sujetos. 

Un concejal de Izquierda Unida de Madrid acaba de dar un martillazo más a la estaca que se clava en el corazón de lo que fuera el partido comunista de España y hundirlo en las miserias de la degradación humana. Si la moral es el principio que rige los comportamientos individuales, este señor carece de principios y de finales, se refugia en el colectivo como garrapata parásita y adolece de ética política y, por supuesto, humana. Un desecho en suma.

El estado de salud de Manuel Fraga preocupa a muchos españoles. A otros ni les va ni les viene. A un elevado número la noticia les llama la atención. A este edil siniestro de la hundida izquierdona madrileña le llena de júbilo. Va a descorchar una botella de cava, anuncia el malévolo personaje. Al estilo de los asesinos de ETA. Valiente ralea.

El silencio de los cobardes apresa las palabras arrolladoras de Cayo Lara. Dónde está el capo comunista que no condena a su camarada. Por qué el descabalgado Llamazares no se desmarca de su compañero de formación. A qué grado de desprestigio está llegando cierta clase política. Si el declarante no se retracta de la barbaridad, cómo es posible que no le hayan abierto inmediato expediente disciplinario previo a la expulsión de su partido. 

Malditos los matarifes y malditos los que ríen sus gracias y alientan sus burradas. Malditos. No son los poetas malditos de Verlaine. Son los malditos pistoleros del fascismo. No hay genio en el verbo escrito de ese vocero de la muerte. La guija es un tablero en el que el concejal ha colocado su copa para contactar con el espíritu de un hombre que, por fortuna, no ha muerto. Sobrevive en su lucha contra los años y la enfermedad. El concejal no retrata al personaje histórico. Invoca su propia autodestrucción. A falta de dones espirituales, reclama la guadaña que siega la vida del hombre. No es maldito por incomprendido. No lo es por bohemio que rechaza la forma establecida. Es maldito porque su palabra fétida alumbra el final del ciclo vital de una persona. Es maldito porque se esconde tras la democracia para justificar su canallesco mensaje.

El concejal puede realizar prácticas de brujería, ritos espiritistas. Con ellas encierra su voluntad de poder sobre el tiempo, sobre la historia y sobre los seres humanos. Por eso es maldito. Porque su afán de dictado le lleva hasta la muerte del otro.

Los malditos de la política cabalgan a lomos de caballos apocalípticos. Se entendería que, descreídos, contrariaran la ley de Dios. Lo que no se admitiría es que rompieran los valores de los hombres y los derechos humanos. Este concejal de IU es maldito porque repugna y, porque asquea, es maldito.

Deseo a Fraga un pronto restablecimiento. Si, por desgracia, falleciera a resultas de la afección pulmonar, servidor lo lamentaría. Como muchas personas que ven en la vida la paz y en la guerra la muerte. Del revés, malditos.

Un saludo.

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