García Márquez, el gran
Gabriel, escribió “El coronel no tiene quien le escriba”. Doblaba la página de
la segunda parte del siglo pasado. Ilustraba el genial colombiano la realidad
de una sociedad marcada por la violencia. El determinismo sociohistórico del
país conducía hacia la fatalidad y a ésta sólo el idealismo podía sortearla. El
tiempo no ha limado las aristas del problema. Si acaso las ha aumentado y
afilado.
España, 2012. Un coronel retirado se
declara a favor de la intervención de las Fuerzas Armadas en comunidades
autónomas. Así dicho, la noticia tiene su impacto. Si se ubica en un contexto,
el efecto sensacionalista desaparece y el titular se difumina. El coronel no
está en activo. Se infiere, pues, que sus palabras son fruto de su libertad de
expresión como un civil cualquiera. Por consiguiente, utilizar una ramita
perdida no es excusa para cortar de cuajo la centenaria sequoia.
Los más afamados leñadores de
instituciones nacionales son los más aguerridos defensores de las enseñas
nacionalistas. Ezquerra Republicana de Cataluña ha aprovechado que el Tinto
pasa por Niebla para colorear al Odiel y cromatizar las aguas fluviales e
incluso marítimas de toda la provincia de Huelva. Independentistas ellos que se
pasan la Constitución y las leyes por el forro de sus ideologías secesionistas,
reprochan y censuran las intervenciones públicas de los defensores del orden
jurídico. Se tiran a la garganta de las libertades los violentadores de la
igualdad y de los derechos fundamentales. Predica la castidad desde un púlpìto
imposible el clérigo promiscuo. La persona infiel y mentirosa proclama a los
vientos políticos el valor de la fidelidad matrimonial y de la verdad objetiva.
Así andamos y peor que caminaremos.
A esto que los psoecialistas se unen
a los extremistas y a los propagandistas de la división territorial de España.
A los de Rubalcaba se les da un hilo y te hacen un chaleco de cáñamo. No dudan
unos y otros bandidos de la palabra en llamar pronunciamientos a las
expresiones y en descalificar de golpistas a los que previenen sobre el
contenido de la Carta Magna. Su vergüenza tiene tanto contenido como su ética.
Los comportamientos que rigen a estos desarrapados de la lógica siguen los
vericuetos de los senderos abruptos, arriscados e incívicos.
Desde estas páginas, servidor ha
mostrado su voluntad manifiesta de mantener a los militares bien agarraditos a
sus acuartelamientos y sujetos al tren constitucional. Golpes, en la cabeza. Lo
curioso es que los golpistas de hoy no son los militares. Los golpistas son los
que pretenden romper la nación española a base de tropelías, de presiones y de
amenazas. Se llaman demócratas pero no son sino dictadores de la república más
bananera que jamás imaginara el realismo mágico de García Márquez.
A los de Ezquerra se les ve venir. A
los del Psoe, también. Morenés debería poner las cosas en su sitio. No al
estilo Rajoy o al modo Fernández Díaz. Con la contundencia debida. Sin
concesiones a la galería de la oposición. Si no se ha enterado, se lo repito. Carta
Magna en la mano.
Un saludo.
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