Cuando era pequeño, qué alegría, estuve (estudiar era otra cosa) en el Colegio Corazón de María en Marquesa de Pinares, frente al acueducto de los Milagros y detrás de dos pedazos de algarrobos. Quédense, por favor, con lo de los algarrobos.
Seguro que había crucifijos en clase, pero de
eso no me acuerdo, no me han dejado trauma ni veo malamente a mis
compañeros de entonces. En mayo, íbamos con flores a María y veíamos un
catecismo con tapas rojas y un dibujo de Jesús montado en una barca impartiendo
cultura. Tampoco eso me ha dejado perturbación alguna, de hecho en mayo, y
en cualquier mes, sigo cantando a la Madre de quien está en el crucifijo.
Ahora les ha dado a algunos por dejarse
traumatizar por algunas cosas, depende de dónde estén y de quien esté delante
(o detrás). Aquí hay gente capaz de vestirse de rey mago el 5 de enero por
la noche, que para eso se tiene la prerrogativa de ser concejal, de remover
Roma con Santiago (apóstol) para que sus hijos sean pastorcillos del Belén
viviente del colegio y, después recurrir al TSJ para quitar un pequeño
crucifijo que llevaba allí desde tiempos inmemoriales (2010 años
aproximadamente).
Claro que, ignorante de mí, olvidaba que los
reyes magos y el belén viviente son “actividades culturales”. Es lo que tiene
la cultura. Supongo que cuando se casaron por la iglesia, bautizaron a sus
hijos y festejaron su primera comunión lo harían por interés cultural, de la
cultura dominante.
Es un suponer que detrás de la quitada del
crucifijo vendrá la justa y consecuente reivindicación, con recurso al TSJ y al
Supremo si hace falta, de la desaparición de las vacaciones (la fiesta es
otra cosa) de Semana Santa, Navidad, Todos los Santos y Carnaval (que no
existiría sin lo otro). Cuando digo Supremo no me refiero al Padre del Crucificado
sino a unos señores con toga que, a ritmo de tortuga, sentencian a quien
se puede colgar (secundando a Poncio Pilatos).
¿Por qué les molestará el crucifijo? ¿A qué
está intransigencia, fanatismo laico, cultura de pacotilla? A mí, que soy
un inculto, me parece sectaria, excluyente, cobarde, radical y antidemocrática
la religión laica que nos quieren imponer para sustituir a la del Crucificado.
Olvidan que el crucifijo no está vacío sino que pende de él, colgado del
madero, el Hombre al que recordamos en las paredes. Aquel nos pide que nos
esforcemos por ser mejores personas, que es ser buenos ciudadanos Cómo sería,
como es, que hasta nos pide que queramos a quienes quieren quitarle y,
quedamente, nos susurra. “Tú, no seas algarrobo”.
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