jueves, 25 de marzo de 2010

Desde Montánchez: HA VUELTO PÉREZ REVERTE

HA VUELTO PÉREZ REVERTE

Después de unos años en que hemos recorrido todo el diccionario de palabrejas marinas, algunos hechos históricos y las aventuras de un ya acartonado capitán de los tercios españoles, Arturo Pérez Reverte se ha apiadado de sus lectores y ha vuelto con una novela de verdad, de las de las suyas.

Merecía la pena la espera.

“El asedio” es la obra del mejor narrador contemporáneo que tenemos en las librerías, que une la maestría del relato sin tregua con la solidez de la descripción certera y el uso del lenguaje exacto. El autor recupera la excitación permanente de “La piel del tambor” y le añade la pulcritud del cuidado de cada línea. Como si esta vez el periodista hubiera quedado sólo para anotar excentricidades y el escritor se hubiera puesto al mando para pulir el cuento.

Excelente recreación del paisaje, con la sensación de que ha tenido la posibilidad de vivir en la época y recodar ahora dónde estaba cada farol de petróleo en las calles y dónde los charcos y dónde los olores y las texturas. Ya nos brindó esa imaginación del pasado en “Un día de cólera”, pero ahora se ha superado con un alarde descriptivo que hace pensar si no se ha dibujado cada escena para sacar brillo hasta la última nota.

Ralentiza igual una batalla naval, utilizando toda la lista de términos marineros y sus sinónimos, como una escena costumbrista, como un pensamiento interior. Y todo ello sin perder el ritmo vertiginoso que le ha dado fama, obligando al lector a seguir y seguir leyendo pues mantiene los misterios hasta la última línea.

Magistral.

De sobresaliente el conjunto; de notable, el hecho que los tres protagonistas —Tizón, Lobo y Desfosseux— parezcan el mismo personaje, sombras desgajadas de Alatriste; y de rango más inferior la mujer, Palma, que sin la sofisticación de la Reina del Sur se dibuja tan frágil que parece más propensa a tropezar envuelta en las enaguas que hembra con la personalidad que se supone a quien tiene el papel de vela mayor.

Pero la buena noticia es que ha vuelto el narrador de historias. En detalles, algo reconvertido en académico, para que se note, pero con el nervio de aquel novelista que escribía por el placer de jugar con sus lectores a lo mismo: a divertirse.


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